lunes, junio 20, 2005

(33) Hola Papá


Esta mañana me despertastes. Si, vinistes a despertarme.
Pensé con dolor al principio, el no tenerte en carne viva a mi lado. Pero en el sueño se cumplió algo, que no había sido acordado. Las lágrimas comenzaron su carrera cotidiana, de a una iban saliendo. Poco a poco escapaban, se unían con otras, subían y bajan por los poros recoriendo un corto tramo hasta la almohada que posaba bajo mi rostro.
Empecé a respirar más profundo. La humedad dentro mío aflojaba todo mi cuerpo junto a la congestión que llevó desde hace unos días. Había soñado con él, me había venido a visitar.
Aquel hombre al que poco veía, aquel hombre que escaló varias montañas con peso al hombro, aquel hombre que cultivo con sus manos y que en sus tristes ojos de paz, pasaban todas las imágenes de un sueño futuro al que quería llegar, aquel hombre sin mucho estudio que fue capaz de construir una familia, que fue capaz de edificar su propia casa, su propio negocio, aquel hombre que llegaba tarde a casa, me saludaba, me regañaba una que otra cosa, me besaba la frente, me decía que me lavara los dientes y que en menos de 5 horas volvería a levantarse para ir a trabajar.
Ese hombre es mi padre. Fue aquel que me cuidó y dió la vida. Fue el que desde sus conocimientos me quizó enseñar muchas cosas y las cuales yo no pude asimilar ni aprovechar. Fue ese que llegaba a las 5 o 6 de la madrugada, me veía estudiando en el living, me preguntaba una que otra cosa y se iba cansado a dormir.
Ese hombre es mi padre. Correntino casado con formoseña e hijos porteños. Padre de familia que con mucho esfuerzo y sin poder ver a la misma el tiempo que quisiera, quemaba sus manos abriendo día a día la persiana de su negocio. Aquel que en los veranos abría la puerta de mi piesa y apagaba el ventilador, cosa que yo odiaba. Aquel padre héroe que cuando yo me quedaba dormido en el auto, me levantaba entre sus brazos y me acomodaba en mi cama para que pudiera así descansar.
Aquel que murió defendiendo su negocio, al que ví en un hospital durante un año, el que fue vencido de neumonía.
Ese fue mi padre, Ramón de Jesús Escobar.
Mi mente sufre cuando se da cuenta que no te vivió como te merecías. Mi mente de niño tenía muchos caprichos. Mi mente de adulto tiene muchas deudas contigo.
Dentro de una historia rara y confusa. Estabas con otro acompañante sentado en uno de los sillones del living, mientras inexplicablemente yo hechaba a un hombre de casa que no conocía. Luego de que se fuera, te miré e insulté en general, si te dijerá las palabras específicas de aquel momento:- Le tuve que haber partido la cara a piñas.
En ese momento me mirastes fijo, no entendías mi comportamiento, en el hombre que me había convertido en los últimos 4 años de tu ausencia. Luego fue distinto, los colores de la noche entraron en casa. Ahora estabas sentado solo, mirándome, sonriéndome. Te tomé de la mano y comenzamos a bailar. Girábamos y girábamos bailando y en tu rostro se mostraba felicidad tal, que me llenastes el alma. Al continuar dando vueltas y vueltas, me soltastes y te volvistes a sentar. Fue cuando mi mente tomó más poder incontrolable dentro del sueño y te comenté que te tenía que decir algo guardado muy profundamente.
Mirastes a mamá, le dijistes que nos dejará solos. Te miré fijo, te recuerdo tan igual que antes del robo. Corrí a abrazarte, me tiré arriba tuyo sobre el sillón. Te abracé fuerte, muy fuerte y llorando te decía cuanto te extrañaba. Vos me contestastes de igual manera, y luego de unos segundos, me encontré llorando solo, abrazado al amor de mi vida, a quién no dejé dormir con mis ronquidos en toda la noche. Molesta me lo renegó, la abracé llorando por minutos, ella sin darse cuenta de todo aquello. Y luego de pensar y pensar por muchos instantes decidí cambiarme, bajar y escribirte. Pues te quiero mucho papá, y extraño. Y solo una cosa me queda por decirte hoy.
Feliz día del padre. Te ama, tu hijo Leonardo.




18/06/2005

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